COVID-19 y la salud mental en las empresas: ojos que no ven, cerebros que sienten

COVID-19 y la salud mental en las empresas: ojos que no ven, cerebros que sienten

Hasta hace tan solo algunos meses, en ningún lugar del planeta se hablaba del coronavirus. En ningún plan de negocios 2020 ni de gestión de personas para el presente año estaba considerado como un escenario posible o remoto. Y cuando la mayoría de nosotros lo escuchamos por primera vez, no nos imaginamos que, sólo unos meses después, esta enfermedad iba a ser declarada una pandemia con 5 millones de personas infectadas y más de 340 mil muertos, en lo que es la primera ola de su impacto.

Tampoco hubiéramos supuesto que nuestra forma de vida iba a cambiar tan radicalmente en un plazo tan corto, ni previmos las consecuencias que este virus iba a tener sobre las personas, familias, organizaciones y países. Pero el impacto que tiene y tendrá el COVID-19 en la salud de los individuos, excede largamente los números de su morbilidad y mortalidad. Las consecuencias de esta enfermedad no será solo una, ni de un solo ángulo. Tomar conciencia y saber lo que viene es empezar a prepararse, incrementando nuestras posibilidades de salir airosamente de esta situación y capitalizarla apropiadamente.

Ya los medios nacionales e internacionales comenzaron a hablar de lo que algunos han llamado la segunda ola, es decir las consecuencias por la no atención de otras condiciones urgentes que ha provocado el COVID-19. Así, las instituciones médicas han reportado la disminución de las consultas por enfermedades, entre otras, cerebro y cardiovasculares – que dicho sea de paso son la primera causa de muerte en nuestra geografía-.

Estas, junto con una tercera ola derivada en la interrupción de la atención de otras enfermedades crónicas, suman a la actual pandemia consecuencias sanitarias que no siempre son tenidas en cuenta cuando se presentan los números de muertes asociadas con el coronavirus.

Pero hay y habrá también una cuarta ola. Otro golpe -para muchos inesperado- que es el impacto que la situación que estamos viviendo va a tener en la salud mental de la población, aumentando la presencia de diferentes enfermedades.

¿Qué pasa por la mente de los trabajadores?

Según los expertos, la situación que estamos viviendo aumenta y aumentará notablemente la presencia de condiciones relacionadas con la salud mental, tales como la ansiedad, la depresión, el burn-out y el estrés postraumático. La razón de este incremento puede tener diferentes fuentes, que van desde los efectos del largo aislamiento, al estrés provocado por la gran incertidumbre a las que nos enfrentamos a nivel sanitario, laboral, económico y social. Además, muchas cuestiones que sostenían nuestro bienestar – como el contacto con nuestros afectos o la estabilidad económica o profesional – se han perdido para muchos de un día para el otro, sin pedir permiso, tal como han cambiado nuestras agendas repentinamente.

Y las diferentes voces en este sentido ya se están haciendo escuchar. El CEO de Microsoft, Satya Nadella, ha alertado recientemente que estamos quemando parte del capital social que creamos en esta fase donde todos trabajamos a distancia y acerca de las consecuencias negativas respecto a las relaciones sociales y la salud mental a la que pueden llevarnos la extensión en el tiempo de esta situación transitoria.

Del mismo modo, algunos de los pensamientos comunes que un artículo publicado en Harvard Business Review identificó en trabajadores de 60 países son: “Las cosas no son fáciles en el trabajo, ni tampoco en casa”, “Me siento aislado de mis afectos”, “En casa, al mismo tiempo que trabajo, tengo que cuidar a mis hijos o a mis padres”, “Siento con frecuencia que no puedo cuidar a mi equipo como quisiera”, “Es difícil saber qué dirección tomar cuando las cosas cambian tan rápido”.

​ Todas esta afirmaciones están muy alineadas con lo que nosotros venimos escuchando en distintas empresas de la Argentina y de Latinoamérica.

Según otro informe de Harvard Business Review, estas condiciones no tratadas afectan la productividad de las empresas y le cuestan, por ejemplo, a las compañías en Estados Unidos casi 17 billones de dólares al año. También confirma lo que muchos de nosotros percibimos: el 70% de los trabajadores considera que la pandemia ha sido el momento más estresante de su trayectoria y que la misma ha impactado negativamente su salud mental.

¿Qué hacer al respecto? Tomar conciencia es el primer paso hacia la solución Antes del COVID-19, un reporte del Instituto Nacional de Salud Mental de USA, ya describía que 1 de cada 5 adultos sufre de algún trastorno en su salud mental, entre los más comunes la depresión, la ansiedad y las adicciones. Más allá de que existen tratamientos efectivos para los mismas, 2 de cada 3 personas nunca consultan a un profesional de la salud (según la Organización Mundial de la Salud), ya sea por desconocimiento o por los estigmas asociados a la problemática.

Como dijimos, con el COVID-19 la depresión, la ansiedad y otros desórdenes mentales aumentarán su prevalencia. Es necesario que las organizaciones actúen y tomen decisiones firmes para enfrentar este tema tanto por la responsabilidad que les compete como para estar así mejor preparadas para el futuro.

El no reconocer estos hechos y ocultarlos, no solucionará el problema. El costo personal y organizacional de estas situaciones es mayor cuando no son detectadas y abordadas apropiadamente. En esa dirección, el primer paso es empezar a hablar de ellas y reconocer que las mismas pueden estar presentes en nosotros o en nuestros colaboradores, más aún en estas circunstancias. Asimismo, es importante en estos momentos críticos generar mecanismos organizacionales de detección y mapeo de la salud mental que permitan luego brindar asistencia a aquellas personas que la necesitan, disminuyendo su impacto negativo para las propias personas, su contexto y, desde ya, también en su desempeño laboral.

Fomentar el bienestar y la resiliencia.

Otro punto importante referente a lo que la salud mental refiere, es que como con la salud general, uno puede tomar acciones de prevención y cuidado para disminuir el riesgo de presentar padecimientos. En salud mental sucede lo mismo: las personas y las organizaciones deben fomentar el cuidado de la salud mental, especialmente en los tiempos que corren, promoviendo el bienestar emocional y cognitivo, fortaleciendo a sus trabajadores, brindándoles recursos y fortaleciendo sus capacidades.

Generar un ambiente de trabajo saludable, promover estrategias de manejo del estrés, de regulación emocional, de adaptación a los cambios y promover el bienestar personal y organizacional, es un camino que contribuye a estar mejor preparados para la cuarta ola, que más temprano o más tarde, también llegará.

En estos meses de aislamiento, hemos colaborado con diferentes tipos de empresas. Desde aquellas afortunadas a las que esta crisis las ha llevado a crecer más rápido y -la mayoría- empresas cuyas ganancias se han reducido notablemente. Empresas que tienen espalda y las que no la tienen. Hemos hablado con las grandes, con PYMEs, con las que tienen a sus trabajadores en las fábricas desde el primer momento (con el miedo y responsabilidad que ello conlleva) y los que tienen casi todos los empleados en sus casas.

Algunas están tratando de sobrevivir y otras ya están preparándose para lo que viene. Los problemas son diversos y también lo son sus desafíos futuros. No hay una fórmula que aplique a todas por igual, como tampoco la hay para todas las personas. Pero todos con quienes tratamos ven en la salud mental y el bienestar emocional de sus colaboradores una preocupación muy alta.

Quienes además de preocuparse, se ocupen por generar mecanismos de evaluación y contención recibirán las siguientes olas de esta crisis con un capital mental más apto para enfrentar los desafíos, que sin duda todas las empresas tendrán que enfrentar. Porque tal como afirmó James Allen, la adversidad no construye el carácter, lo revela. Y así como se afirma que las personas son el principal capital con el que cuentan las organizaciones, no es menos cierto que este es un momento especial para comprenderlo, contenerlo y dotarlo de los recursos para poder transitar esta situación y prepararse de la mejor manera para el futuro próximo. Sin lugar a duda, los propios colaboradores, sus familias, la sociedad y las mismas organizaciones saldrán beneficiadas. Es una nueva manera de interpretar la auténtica responsabilidad social empresaria que contribuirá a la sustentabilidad de cada persona y de las propias empresas.

(*) María Roca es Coordinadora Científica de la Fundación INECO y Alejandro Melamed es Director General de Humanize Consulting.